Cambio climático

Los efectos del cambio climático en el sur de Europa apuntan a que las áreas más afectadas serán las zonas de montaña y también aquellas que se encuentran más próximas al mar, como la Cordillera.

El llamado cambio climático es consecuencia de la alta demanda energética de la sociedad. Las emisiones de carbono asociadas a esa demanda están provocando un vertiginoso incremento de la concentración de CO² atmosférico, así como de otros gases de efecto invernadero, dando lugar a la observada disrupción del clima. A escala global, un efecto bien conocido es el incremento de las temperaturas medias. A escalas regionales y locales, la compleja maraña de efectos indirectos y retro-alimentación entre los cambios ambientales tiene consecuencias difíciles de predecir.

Es precisamente la Cordillera Cantábrica una frontera entre los escenarios dibujados por la mejor ciencia disponible, que predice una tendencia a la exageración de las condiciones. Las zonas más térmicas de la Cordillera registrarán progresivamente temperaturas más altas y periodos más largos sin precipitaciones. Las zonas con mayor influencia atlántica verán un incremento en las precipitaciones torrenciales, y la escorrentía asociada. Y en ambos casos las predicciones apuntan a mayor variabilidad en los fenómenos climáticos. El incremento de los rangos de variación ambientales es un factor limitante bien conocido de la riqueza de especies; en el caso de la Cordillera nos preocupan especialmente las especies con adaptaciones alpinas o boreales, cuyas abundancias y distribuciones son ya mínimas en nuestras latitudes.

Sempervivum

Siempreviva (Sempervivum sp.) en Collao Jermoso, Picos de Europa

En líneas más generales, las alteraciones climáticas derivadas de las excesivas emisiones de carbono a la atmósfera están ya provocando cambios en la fenología de las especies, que pueden encontrarse desacopladas. Imagina por ejemplo esas plantas que adelantan su floración y no encuentran entonces los polinizadores adecuados, o las aves cuyas puestas dejan de estar en sincronía con las proliferaciones de los insectos que les deberían servir de alimento.